También en nuestra vida existe la posibilidad de traicionar o de
ofender al Maestro. Por esta razón, es necesario vivir en una continua comunión
con Dios. Todos los días hemos de pedirle al Señor que nos conceda la gracia de
la perseverancia final en nuestra fe. La experiencia del fracaso, de las
limitaciones, de la debilidad y del pecado nos debe llevar a reflexionar en el
hecho de que por nuestro solo esfuerzo nada podemos, pero ayudados de la gracia
de Dios seremos fieles a la amistad de Cristo. Sin Jesús no podemos hacer nada.
De San Juan hemos de aprender ese gran amor y esa gran confianza en Jesucristo.
Como el discípulo amado, estamos llamados a buscar nuestro consuelo y alegría
junto al sagrario.
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